sábado, 10 de marzo de 2007

Aire de ceremonia.

Aire de ceremonia. A través de las cortinas se oye discutir a las tres hermanas. Ella, la mayor, le dice a la mediana que no sea tonta, que dónde va; que si se cree que todos estamos siempre para lo que quiera; que cómo lo va a dejar; que si después de trece años no lo iba a intentar; que todo es mentira; que no lo creyese; que nunca la engañaría; cómo la podía engañar; que sí, que se amaron antes de conocerla a ella, muchos años atrás, y luego, nunca más; que le pregunte a él, que él se lo dirá. La mediana llora y grita sin cesar. La pequeña se quema los dedos al fumar, muerde el cigarro y mira nerviosa aquí y allá, fuera, al otro lado del ventanal. La mediana chilla descontrolada, algo rompe: un cristal. Y cae al suelo rompiendo algo más que de golpe grave asusta a la pequeña en el ventanal. A la mayor, ya no se la escucha. La mediana grita su nombre, un Dios y otro Dios, maullado, largo y gemido. La pequeña descorre el visillo y se tapa la boca, tira el cigarro e intenta saltar por el roto cristal del ancho ventanal. Ya no se oye a nadie, ni a la mayor, ni a la mediana, ni a la pequeña; sólo veo el ventanal y el visillo moverse por el aire de adelante a atrás; y las campanas de la iglesia; y a la Madre de las tres que levanta la voz queriendo encontrar a la mayor, y a la pequeña, y a la mediana. Se hace tarde, su boda va a empezar. Fuera, en el jardín, todo sigue igual: Los invitados ríen a carcajadas rodeando el coche de honor, y un perro ladra tras la verja sin correa ni dueño ni tranquilidad; veo al hijo de la mayor que pregunta a su padre dónde está mamá; y a la pequeña que corre levantándose el vestido para no tropezar; y al novio que da vuelta sobre vuelta saludando en la escalinata desde donde sonriendo ve el altar y la madre que se desmaya junto a la casa donde a la mayor no se la escuchará más; y la mediana entre sollozos y su blanco inmaculado, desordenadamente ensangrentado, sale por la puerta con la mirada perdida y algo entre las manos; y al novio temblando, y a los amigos boquiabiertos, y a los niños señalando, y el órgano de la Iglesia que comienza a tocar la marcha nupcial, y a la mayor... a la mayor, ya no se la verá jamás, mientras la pequeña huye para escapar de la verdad.