jueves, 10 de abril de 2008

Eutanasia.

La lluvia amenaza el valle que a mi llegada abracé como cuna de musgo y ramas. Hoy me miro las manos, me fijo en los dedos rotos de esfuerzo y me toco el rostro intentando reconocer algún rasgo físico de aquel que fui. Me sueño, y aunque no me reconozco, mis ojos siguen llorándote recordando la tarde en que adornabas lo mucho que me amabas, como una perfecta actriz de teatro, cuando gritabas al amor con palabras que arrancaban, pretendías, la poca vida que me quedaba. Muero, y ni siquiera ahora te quiero, pero mátame antes que aparezca el odio, que hoy si muero, muero de viejo.